El proletariado colombiano se desangra a manos del terrorismo de Estado. La escalada de violencia ha alcanzado su clímax tras una nueva oleada de protestas en las calles, iniciadas al calor de una reforma tributaria especialmente lesiva para las masas colombianas.
El gobierno de Iván Duque, no ha tenido reparos en utilizar la represión abierta contra las protestas, llegando a desplegar al Ejército para hacer frente a la creciente movilización social, que ha escalado desde la protesta pacífica hasta la resistencia violenta de las masas.
El «𝐮𝐫𝐢𝐛𝐢𝐬𝐦𝐨» se ha caracterizado por el despliegue indiscriminado de la violencia desde hace décadas, haciendo uso de todos los medios a su alcance —incluido el paramilitarismo— para hacer frente a toda forma de disidencia política.
El propio Álvaro Uribe hacía un llamado público a utilizar las armas contra el pueblo colombiano, algo que lejos de ser excepcional ha sido la forma común de asegurar la dominación de la burguesía burocrático-militar colombiana desde hace décadas.
La exclusión del resto de fracciones de la burguesía colombiana de la cogestión del Estado no es algo nuevo. Precisamente, esta es la razón de ser del surgimiento de las FARC y el ELN: la aspiración de cogestionar el Estado colombiano.
Los cantos de sirena del «𝐩𝐫𝐨𝐜𝐞𝐬𝐨 𝐝𝐞 𝐩𝐚𝐳» —en el que el Secretario General del PCE, Enrique Santiago, participó activamente como negociador de la guerrilla— llevaron a las FARC del 𝐫𝐞𝐟𝐨𝐫𝐦𝐢𝐬𝐦𝐨 𝐚𝐫𝐦𝐚𝐝𝐨 𝐚𝐥 𝐫𝐞𝐟𝐨𝐫𝐦𝐢𝐬𝐦𝐨 𝐝𝐞𝐬𝐚𝐫𝐦𝐚𝐝𝐨.
El presidente del partido FARC afirmaba ayer que no queda otra que "𝐨𝐫𝐢𝐞𝐧𝐭𝐚𝐫 𝐥𝐚 𝐦𝐨𝐯𝐢𝐥𝐢𝐳𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐡𝐚𝐜𝐢𝐚 𝐥𝐚 𝐜𝐨𝐧𝐬𝐭𝐫𝐮𝐜𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞 𝐚𝐠𝐞𝐧𝐝𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐧𝐞𝐠𝐨𝐜𝐢𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐜𝐨𝐧 𝐞𝐥 𝐠𝐨𝐛𝐢𝐞𝐫𝐧𝐨 𝐃𝐮𝐪𝐮𝐞" https://twitter.com/TimoComunes/status/1389940140685025288?s=20
llegando a plantear un "programa de mínimos" a los protestantes, con el que presionar al Gobierno de Duque:
( https://twitter.com/TimoComunes/status/1389971554507788291?s=20)
Si algo ha quedado demostrado en los últimos años, es que la deposición de las armas estaba lejos de significar la paz. No era el fin, si no el comienzo de un nuevo episodio del recrudecimiento de la represión contra el proletariado colombiano, y las FARC han sido colaboradores
Este pasaje del MAI caracteriza muy nítidamente esta táctica militar: "El mecanismo de esa táctica consiste en la acción armada como medio de excitación de las masas (no la acción armada de las masas) para incrementar la
presión sobre el Estado y forzarle a la negociación.
Frente al terrorismo empleado por el reformismo armado, la línea militar proletaria pasa por ese "mar armado de masas" representado por la Guerra Popular:
Frente a la agresión del narcoEstado colombiano y sus esbirros paramilitares, no cabe el llamado abstracto a la resistencia de las masas. Por legítima y urgente que sea, lo 𝐧𝐞𝐜𝐞𝐬𝐚𝐫𝐢𝐨 es apelar a su (re)constitución en Partido Comunista, para poder ser un actor político
independiente en la guerra de clases en curso. El rebasamiento vía insurreccional de la timorata reacción del reformismo desarmado muestra a unas masas que potencialmente representan la posibilidad de causar terror entre las filas de la burguesía: su armamiento general para
someter a la 𝐜𝐫𝐢́𝐭𝐢𝐜𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐚𝐬 𝐚𝐫𝐦𝐚𝐬 frente a sus verdugos y aquellos que infructuosamente tratan de engañarlos para sumarse a la 𝐟𝐢𝐞𝐬𝐭𝐚 democrática. La demostración del carácter represivo de la democracia burguesa, cuyo sostenimiento únicamente es posible
a través del terrorismo de Estado, puede contribuir a educar a las masas en el desprecio frente a las instituciones burguesas, y el necesario cuestionamiento del monopolio de la violencia.
Todo llamado a resistir se traduce necesariamente en la conservación del orden actual de cosas. De lo que se trata es de 𝐭𝐫𝐚𝐧𝐬𝐟𝐨𝐫𝐦𝐚𝐫𝐥𝐨.

Los comunistas no podemos limitarnos a contemplar una realidad que nos viene impuesta. Tampoco ser comentaristas de lo acontecido
Desde luego, la crítica de las armas puede "estremecer" a los críticos sociales, entre cuyas aspiraciones no está el concebir la violencia como una propiedad de la materia, y prefieren situarse a buen recaudo desde la atalaya de la contemplación social.
Decía Walter Benjamín que el grado de autoajenación de la sociedad había alcanzado un grado tal "𝐪𝐮𝐞 𝐥𝐞 𝐩𝐞𝐫𝐦𝐢𝐭𝐞 𝐯𝐢𝐯𝐢𝐫 𝐬𝐮 𝐩𝐫𝐨𝐩𝐢𝐚 𝐚𝐧𝐢𝐪𝐮𝐢𝐥𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐮𝐧 𝐠𝐨𝐜𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐞́𝐭𝐢𝐜𝐨 𝐝𝐞 𝐩𝐫𝐢𝐦𝐞𝐫 𝐨𝐫𝐝𝐞𝐧".
Como comunistas, no podemos ser meros espectadores de este orden social decadente. Debemos tener la capacidad de darle sepultura y construir un mundo nuevo. Capacitarnos pasa por reconstituirnos como ese movimiento real que anula el estado actual de cosas, lo que requiere
por nuestra parte un total compromiso para llevar a cabo las tareas necesarias para que ello sea posible.
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