Son clases las clases virtuales? Durante toda la pandemia como colectivo docente apelamos al uso masivo de las plataformas digitales. Trabajamos en grupos de WhatsApp o Facebook por los q circulaban videos de YouTube, entradas de Wikipedia, e incluso memes y mashups de TikTok
Trabajamos de modos variables y con distintas posibilidades, según las desiguales condiciones socio-técnicas disponibles y en los esfuerzos por hacer la escuela por otros medios. Ante la emergencia hemos puesto en práctica todo lo que hoy nombramos como “pedagogías pandémicas”
Inmersos en los materiales y recursos del mundo que moviliza la cultura digital, pusimos en acción -de modos más explícitos o implícitos, conscientes o intuitivos- prácticas de curaduría
En la pandemia nos hemos planteado qué es lo que distingue a una intervención docente en esos grupos de cualquier otro intercambio habitual de las redes sociales: lo distintivo es que en esos intercambios, en esas recomendaciones, en esos videos, hubo una o un docente trabajando
Docentes pensando qué se enseña, a quién lo enseña y cómo lo enseña. Además de ofrecer contenidos y utilizar las plataformas, hubo y hay una intencionalidad pedagógica, una curaduría educativa, q pone a disposición un nexo entre contenidos, metodologías y materiales digitales
el valor pedagógico de la curaduría no radica en lo innovador de las plataformas digitales que se utilizan, sino en los modos de construcción y apropiación del conocimiento que incentivan a la problematización de las aristas más comerciales y reduccionista de la cultura digital
el trabajo de curaduría como actividad de identificación, selección, jerarquización y especialmente producción de claves interpretativas y nuevos saberes, debe estar guiado en la práctica por la mirada de la justicia curricular
En los océanos de la cultura digital, la curaduría educativa tiene el potencial de nadar contracorriente, construyendo criterios y lógicas de jerarquización que se opongan a las promovidas por las plataformas comerciales
Así, la función de los criterios de curaduría orientados por la justicia curricular sería la de contrarrestar los criterios de popularidad y viralización con los que operan los algoritmos
Pongamos como ejemplo el alto riesgo de invisibilización que sufre todo aquello que no está disponible en el archivo Google: lo no-digitalizado tiene posibilidades cada vez más altas de pasar a ser considerado un fenómeno que no existe.
La curaduría educativa tiene la capacidad de contrarrestar la fragmentación e hiper-personalización que promueven las plataformas de las redes sociales mediante la asignación de perfiles y sesgos de confirmación, que mantienen a cada usuario inmerso en una burbuja de opiniones
Y puede hacerlo a partir de proponer otra personalización que sea el resultado de un ejercicio de designación (“esto es para ti”), que parta de la cultura común escolar, conformada desde una mirada de la justicia curricular
la curaduría orientada por la mirada de la justicia curricular es un capital exclusivo de la práctica educativa, la lógica comercial que gobierna los algoritmos no puede emularla dado que requiere de la potencia propia de la dimensión artesanal que nutre a la profesión docente
una invitación para entender a la curaduría como una vía de problematización de la tendencia hacia la delegación epistémica automática que -en un click, como solución mágica- nos proponen las plataformas y sus motores algorítmicos
como una vía para contrarrestar sus criterios de popularidad, adhesión emocional instantánea y viralización más relacionados con el marketing que con la producción y transmisión de conocimientos críticos
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