No pensaba hablar de la Superliga, pero la verdad es que es otro de esos ejemplos en los que podemos ver cómo funciona la mentalidad actual de dejarse llevar por las emociones en la construcción de un relato que no es cierto.
La Superliga es (¿era?) un modelo de negocio en el que unos clubes pretendían hacer dinero jugando al fútbol entre ellos. Enfrente hay otro modelo, el de la UEFA, en el que un organismo actúa de monopolio para gestionar la pasta. Esto no va de deporte, sino de dinero.
A cada uno le puede parecer bien o mal uno u otro modelo de negocio (o ambos). El problema es cuando se mezcla un componente emocional (la pasión que despierta el fútbol) dando lugar a un relato de posverdad, esto es, una mentira que se siente verdad.
En este relato, los clubes ricos han sido unos egoístas que han intentado cargarse el fútbol con su avaricia, pero los verdaderos fans del fútbol popular lo han impedido. El fútbol ha salido ganando, porque el fútbol no es un negocio y pertenece a los fans.
Bueno, esto es mentira. Es mentira en el momento en el que te cobran 100€ por una camiseta, 200€ por entrar al estadio, te ponen un partido a las 13:00h para que lo vean en China o te llevan la Supercopa de España a Arabia Saudí porque da más pasta.
Es mentira en el momento en el que los clubes son sociedades anónimas deportivas o en el momento en el que un fondo de inversión qatarí o un empresario del petroleo te compra un club. No lo hacen por amor al fútbol, lo hacen para sacar dinero.
Pero esto no importa en el relato. Porque en la posverdad lo relevante no son los hechos, sino las emociones. Y lo que se siente aquí es la épica del fútbol de verdad comandado por la UEFA en contra del negocio que representa un esterotipado Florentino Pérez.
No es casual que ayer los aficionados del Chelsea concentrados frente a Stanford Bridge corearan “Fuck Pérez”. Como si Abramovich (y los demás) no hubiera metido a a su club de manera voluntaria, como si Florentino los tuviera secuestrados a todos.
Una vez que ha calado la posverdad, es tremendamente fácil sumarse al relato usando un recurso muy común en la sociedad actual: la humildad hipócrita. Consiste en hablar para los pobres como si fueras pobre mientras mantienes tu posición privilegiada de rico.
Un ejemplo es Ander Herrera, que el lunes cargó contra la Superliga diciendo que no está de acuerdo en que “los ricos roben lo que el pueblo creó”. Él, que está en el PSG cobrando 8M€, un club propiedad de Qatar sancionado por violar el Fair Play, las reglas del negocio.
O el siempre moralista Pep Guardiola, que desde su atalaya moral ha dicho que “el deporte no es deporte si no hay relación entre el premio y el esfuerzo”. El Manchester City, propiedad de Emiratos, ha gastado una media 200M€ por temporada en fichajes desde que está Guardiola.
O Gerard Piqué, que tuiteó anoche a las 0:03, cuando ya estaba el proyecto medio muerto, para decir que “el fútbol pertenece a los fans”, mientras él se beneficia del negocio y de las altas fichas que cobran.
Total, que anoche los 6 clubes ingleses se bajan del carro y la gente estalla en júbilo porque ha triunfado el fútbol de verdad. El Manchester City fue el primero en largarse, justo cuando la UEFA anunció una relajación del Fair Play. Ya se sabe, el premio y el esfuerzo.
La misma UEFA, por cierto, que ayer estaba negociando con un fondo de inversión para atraer entre 4.500 y 7.000 millones de euros para esa nueva Champions en la que ha triunfado el fútbol por encima del negocio.
Y, en fin, que este es el relato. Quedan 5 equipos dentro de la Superliga, pero parece que solo queda uno, que es el Real Madrid, con Florentino Pérez, que es ya el único culpable. Los que ayer estaban dentro después de 2 años de preparación, hoy es como si nunca hubieran estado.
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