Mi cuñada comenzó a sentir punzadas de dolor en el vientre. Estaba embarazada de 5 meses y pensó que algo malo le sucedía al bebé. Cayó al suelo. Llamaron a una ambulancia que se la llevó a urgencias. Acababan de firmar, sin saberlo, su sentencia de muerte solo por ser mujer.
Estábamos en 1973, y una vez en el hospital confirmaron que tenía una apendicitis. No pensaban operar, el riesgo de que perdiera el bebé era muy alto y el aborto era un delito tipificado en el Código Penal con penas de cárcel.
Mi hermano estaba desesperado. El tiempo corría en contra de mi cuñada. Que la apendicitis derivara en peritonitis era cuestión de horas y entonces la muerte de la madre y el bebé sería tan inútil como irremediable.
Los médicos le aseguraban a mi hermano que entendían y lamentaban la situación, pero que no estaba en sus manos hacer nada. El padre de mi cuñada intentó sacarla del hospital, desgastó cada contacto que pudo y se encontró con todas las puertas cerradas.
El cura del hospital había puesto el caso en conocimiento de la iglesia y no había nada que hacer. Las esperanzas de un viaje a Londres, con las pesetas que se pudieran arañar aquí y allá, se desvanecieron tan rápido como la vida de mi cuñada y la del sobrino que estaba en camino
Antes de que se la llevaran de la planta a la morgue, el cura pasó por la habitación.
—Ahora descansan junto a Dios.
—¿Qué Dios? ¿El que por su gracia nos gobierna el asesino de mi cuñada?
Recuerdo que mi hermano me tomó de un brazo y me sacó de la habitación.
Los ojos arrasados en lágrimas de dolor e impotencia.
—Acabo de perder a mi mujer y a mi hijo, no consientas que pierda también a mi hermana.
Así que me callé. Había callado durante años y todavía callé otros cuantos años más.
Pero ahora que puedo siempre cuento esta historia, sobre todo cuando sale el tema en alguna conversación y me preguntan por qué defiendo con tanto fervor el aborto libre, público y gratuito. Porque, de haber sido así, hoy mi cuñada y muchas más mujeres podrían estar vivas.
Historia real contada en un parque por la abuela de una de las amigas de mi hija.
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