Lo que ha hecho Macron y lo que está haciendo Francia es abrir un melón que tenía que haberse abierto hace mucho tiempo en Europa. Que debería marcar un antes y un después y del que todos deberíamos participar.
Europa lleva décadas cediendo espacio (geográfico y argumental) al salafismo radical, al islamismo político, que no es sino una interpretación ideológica y belicista del Islam. Y esta ideología es incompatible con la democracia, la libertad y el Derecho. No cabe en Europa.
En nombre de la tolerancia, por intereses económicos o estratégicos o por pura codicia, se ha ido cediendo y normalizando relaciones con países como Arabia Saudí y Catar. Y aceptando discursos intolerables en mezquitas europeas financiadas por estos estados.
Como las sectas, esta ideología islamista ha funcionado en Europa en estimas dañadas de personas con problemas de integración e identidad. Ha logrado que algunas se radicalicen y que, incluso, en casos puntuales, estén dispuestas a matar y morir por un dibujo.
Hemos llegado a un punto en el que hay que posicionarse como ha hecho Macron: o defender la libertad y el derecho a que exista humor, sátira, burla y arte que nos ofenda profundamente o defender que haya que limitarlo. O libres o fanáticos. O con Francia o con los censores.
Esto no tiene nada que ver con ser educado o respetuoso. Es probable que a Macron ni siquiera le gusten las caricaturas ni lea Charlie Hebdo. No importa: lo que importa es defender el derecho a que existan.
Tampoco importa que la extrema derecha se sume a esto aprovechando para escupir xenofobia contra los musulmanes o que cierta izquierda esté mostrando una tibieza vergonzosa. Esto es mucho más importante. Libertad, democracia y Derecho o barbarie.
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