EEUU realizó 162 intervenciones militares en el siglo XX. Las intervenciones no son, pues, algo nuevo. Tan viejas y corrientes son que todo un protocolo existe para su emprendimiento. Tras intervenir EEUU gobierna in situ a través de una Foreign Provisional Authority, tal como en
Panamá o en Irak. La intervención no es sólo militar sino política, AFORTUNADAMENTE. Los servicios de inteligencia estadounidenses escogen a un «fantoche» para presidir el Gobierno Nacional de Transición (una entidad paralela a la autoridad extranjera provisional), y el rol de
dicho fantoche es recibir órdenes, al tiempo que dar legitimidad por su investidura a la presencia extranjera, que es la que gobierna —desde Washington—. Esto es lógica y necesariamente así porque la reestructuración institucional y la limpieza política son parte complementarias
a la intervención misma (pues no es el país intervenido el que está en capacidad de realizar tal reestructuración y tal limpieza, habiendo él mismo sido parte del problema). Esta figura del fantoche es, pues, de suma importancia para la intervención y para el progreso de la
nación intervenida, a la cual se le va transfiriendo autonomía sólo gradualmente. Se trata de un proceso que dura aproximadamente una década, y que en nuestro caso debería dejar a Vzla prácticamente convertida en un país del primer mundo, por contar sobradamente con los recursos
necesarios para ello. Ahora bien, no contando sin embargo con políticos locales suficientemente adultos y carentes de todo protagonismo, dispuestos jugar el rol de fantoches por el bien del país, sino limitados a sus propios y mezquinos intereses personales y partidistas, no
puede haber intervención que pase por ellos. Antes bien la impedirían a toda costa, pues la limpieza política propiciada por la intervención los incluye a ellos. EEUU no puede contar con la clase política venezolana para realizar la intervención política, que es condición para
poder realizar la militar. Pero si la sociedad civil le da luz verde a través, por ejemplo, de una iniciativa como la del Manifiesto, proveniente de la sociedad civil NO ORGANIZADA, esto es, proveniente de la gente (the people), del país mismo directamente, entonces para
intervenir no necesita pasar por nuestra lamentable clase política local (ni por el agónico tamiz institucional local que ésta manipula y al cual se aferra), porque la expresión directa del pueblo recogida y firmada en ese Manifiesto es ORIGINARIA. Es en el pueblo mismo que
nuestro gran aliado encontrará entonces al fantoche local, no en la clase política sino FUERA de ella (la cual es rechazada explícitamente en el Manifiesto).
EEUU, desde que —con toda probabilidad— le propuso a Guaidó en enero de 2019 encarnar este rol de fantoche (lo cual
éste rechazó), se limitó a presionar con sanciones al régimen por falta de algo alternativo que le diese luz verde para intervenir (como este Manifiesto).
Sé muy bien lo que digo pues mis fuentes de asesoramiento sobre las intervenciones se extienden hasta personas vinculadas
a la propia fundación de la CIA en 1947.
Quienes ya conozcan el Manifiesto, traten de entenderlo como una iniciativa desde esta óptica, pues fue enteramente concebido desde ella. Es la única manera de llegar sin filtros de ningún tipo a quienes pueden y quieren efectivamente
realizar la intervención. Washington es el primero en saber que la tiranía chavista no saldrá por otra vía, y en tal sentido, siendo Vzla la creciente amenaza que es para sus intereses en la región (los cuales incluyen su propia seguridad),
la intervención es para nuestro aliado mucho más que una opción sobre la mesa: es una tarea pendiente, cuyo reconocimiento se reserva.

X. P.
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