Son muchos los motivos que hacen fascinante el estudio del Sacro Imperio y de las formas en las que se ha presentado y valorado desde su disolución en 1806. Acompañadme en este hilo para saber más.
La mala prensa del Sacro Imperio merece una explicación. Voltaire dijo que no era sagrado, no era romano y no era un imperio. Su comentario refleja la opinión de los ilustrados franceses, pero es un disparate historiográfico.
La obra de Voltaire está impregnada de presentismo. Si, en el siglo XX, Ernst Cassirer y Peter Gay señalaban que ha sido una figura central en la disciplina de la Historia y la historiografía pese a su "presentismo naïf", Pierre Force ha indicado que ha sido justo por ello.
El triunfo de unas visiones del pasado en detrimento de otras está vinculado con el presente sociopolítico. En este sentido, más que Voltaire, el verdadero culpable de la mala imagen del Sacro Imperio fue la historiografía alemana del siglo XIX.
Para los historiadores alemanes, y sobre todo prusianos, imbuidos de ideales nacionalistas, el Sacro Imperio constituyó una anacronía y un obstáculo para el desarrollo de un Estado alemán unificado y poderoso.
Incluso académicos que trataron de romper con esa historiografía positivista y nacionalista, como Otto Hintze, abordaron el estudio del Sacro Imperio en clave de fracaso: ¿por qué no dio lugar a un Estado moderno?
En los años 70 y 80 del siglo XX, la cosa comenzó a cambiar. Karl Otmar von Aretin fue uno de los primeros en presentar una imagen positiva del Imperio, que desarrolló en su obra "Das Alte Reich, 1648-1806" (1993), que abarca la friolera de cuatro volúmenes.
En los últimos años, académicos anglosajones como Joachim Whaley y Peter H. Wilson han trasladado el debate a una escala europea e internacional. El mes que viene, Desperta Ferro publica en español la magna obra de Wilson sobre el Sacro Imperio.
¿En qué se fundan estos autores para revalorizar el Sacro Imperio? Dicho de otro modo, ¿por qué algo que ha sido calificado de aberración política duró mil años?
1) La gobernación, que se centraba en la búsqueda del consenso y los pactos entre el emperador y los príncipes, y que garantizó así el respeto a derechos y privilegios locales y propició el desarrollo económico y cultural.
2) Un entramado administrativo descentralizado, eficiente y nada costoso en términos económicos que, al mismo tiempo, vertebraba territorios dispersos y les daba un sentido de identidad compartida.
3) La capacidad de integración del Imperio de identidades superpuestas, ya fuesen políticas (patriciados urbanos y estados feudales), étnicas (alemanes, eslavos, italianos, etc.) o religiosas (católicos, luteranos, etc.).
Ni que decir tiene que estas especiales características hacen el Sacro Imperio de gran interés para las actuales sociedades europeas.