Hace 84 años, el 24 de septiembre de 1936, día de la Merced, mi abuelo Tomás estaba preso, junto con otros hombres, en la cárcel de su pueblo, Villarta de San Juan, por sus ideas “de derechas”, al comienzo de la Guerra Civil. Era una chaval que estaba empezando a vivir. 👇🏻
De madrugada unos treinta hombres armados, de pueblos vecinos, Alcazar y Manzanares, llegaron a la cárcel de Villarta con el único y firme propósito de fusilar a los presos que allí estaban, entre ellos, a mi abuelo. A hacer “limpieza”, decían. Querían revancha y sangre.
El alcalde de Villarta, Lorenzo, miembro del partido Socialista, se plantó firme en la puerta de la cárcel y, jugándose la vida, se enfrentó a los treinta hombres armados al grito de "Aquí nada tenéis que hacer. Si alguien tiene que fusilar a estos hombres, seremos nosotros".
A las pocas horas, sabiéndo que sería incapaz de aplacar mucho tiempo más al grupo de “limpieza”, Lorenzo, se volvió hacia mi abuelo y los restantes presos y, abriendo las puertas de la celda, les miro a los ojos y dijo: "Corred, huid, marchaos...". Les salvó la vida.
Mi abuelo nunca olvidó ese momento. Jamás...

Y durante tres años España sufrió una horrible sangría que enfrentó a las "dos españas" y que obligó a hermanos a luchar contra sus hermanos. Mi abuelo estuvo en Brunete y en el Ebro, fue herido,pero nunca contaba mucho de la Guerra.
Y tres años después, el 29 de marzo se 1939 mi abuelo volvió a Villarta, como orgulloso soldado victorioso del Ejército Nacional, del cuerpo de los Requetés. Seguía siendo un chaval pero su mirada era más dura. La mirada de un hombre que ha vivido muy cerca de la muerte.
El autobús de línea paró en silencio enfrente de la casa de su novia, Esther, mi abuela, a la que hacía tres años que no veía. Imaginaos ¡tres años sin saber de tu novia! ¡tres años sin saber si volverías a verla!
Pero mi abuelo no entró en casa de su novia. No la llamó ni la abrazó corriendo. Había algo más importante que hacer. Algo en lo que pensaba día y noche durante los últimos tres años...¿qué podía haber más importante os preguntaréis?
Sin dudarlo, se dió la vuelta...Enfiló andando la carretera hacia arriba con su mochila en la espalda y anduvo solo y en silencio varios kilómetros, hasta llegar a la puerta de la casa de Lorenzo, el alcalde que años antes le había salvado la vida...
Llamó a la puerta varias veces y finalmente le abrió la puerta de forma temerosa una mujer. “Quiero ver a Lorenzo....a tu padre”, dijo mi abuelo. “¿Está en casa?”

Imaginaos, una familia socialista en marzo del 39 encontrarse a un militar “nacional” preguntando por su padre.
Lorenzo estaba en casa. Temeroso, encerrado, casi escondido, esperando la inminente llamada de la muerte. Es lo que decían que habían hecho con los alcaldes socialistas de otros pueblos. Miró a mi abuelo, resignado,y se dispuso a “despedirse” de su familia en esa fría madrugada.
Pero mi abuelo abrazó a Lorenzo con fuerza y le dijo “Lorenzo, soy yo, Tomás Rincón. Estate tranquilo, porque no va a pasarte nada”.
Meses después, mi abuelo Tomás, salvó la vida de Lorenzo, que no fue fusilado por Franco, entre otros, por el testimonio de mi abuelo. Mi abuelo llego a ser alcalde de Villarta y toda su vida fue un hombre recto y bueno.
Mi abuelo se casó con mi abuela. El banquete de bodas fue un bote de aceitunas. Era la época de la postguerra y el hambre. Tuvieron 9 hijos, entre ellos mi padre, a los que educaron y sacaron adelante. Hoy entre nietos y bisnietos seremos más de cien!
Hoy miro a mi hija en su cuna y pienso lo cerca que estuvo de no nacer ¡lo cerca que estuvimos todos! Todo pudo acabar una noche del 36 en la tapia de un cementerio...como acabaron tantas otras historias.
Hoy quiero recordar, como todos los años, a mi abuelo, Tomás, una buena persona, y a Lorenzo, aquel alcalde socialista con alma de santo. Gracias a los dos hoy puedo escribir estas líneas...
Conviene recordar que por encima de las "dos Españas" estuvo siempre la nobleza y la grandeza de los hombres buenos. Hombres que aprendieron a abrazarse y perdonarse hace muchos años porque había que miran adelante y cerrar heridas.
Sirvan estas líneas de nuevo homenaje a su memoria y de testimonio de su grandeza y de la de tantos otros héroes anónimos.
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