Hablé con un sicario dentro de una prisión que conoce las ubicaciones generales de narcofosas en CDMX.

De eso trató la #NaciónCriminal de ayer por @MVSNoticias con @LuisCardenasMx.

Abro HILO con esta historia y, al final, link al podcast.
Desde un reclusorio en la Ciudad de México, un hombre toma un teléfono queriendo salvar a su alma del infierno.

Se llama Francisco, tiene 23 años y lleva preso más de mil días.
Está ahí porque su jefe, líder de una facción del Cártel de Tláhuac, le encargó matar y desaparecer el cuerpo de un comerciante cuyo nombre ni siquiera recuerda, pero que tenía carnicerías por el Metro Zapotitlán.

Francisco lo hizo deseoso de ganar esos 20 mil pesos prometidos.
Secuestró a la víctima, la asesinó en una casa de seguridad y abandonó sus restos en la zona de Cuemanco, cerca de la pista olímpica de remo y canotaje “Virgilio Uribe”.

Cuando Francisco quiso cobrar el trabajo, su jefe no le dio los 20 mil pesos acordados, sino un auto usado.
Pensó en conducirlo un par de semanas y luego venderlo, pero un día de 2016 una patrulla se atravesó en su camino. El auto tenía reporte de robo y Francisco, por ir detrás del volante, fue acusado de hurtarlo con violencia.
El joven cayó en un reclusorio por el falso robo del auto, en lugar de caer por sicario. Y tras barrotes, dice, conoció a Dios.

Por eso, está sujetando el teléfono y comunicándose conmigo, porque el pastor que lo ha rebautizado le ha dicho que debe arrepentirse de sus pecados.
Debe contar lo que sabe sobre un secreto a voces entre las mafias chilangas y la policía capitalina: la existencia de narcofosas en la Ciudad de México.

Esto es lo que cuenta, cuando le pregunto si hay cementerios del crimen organizado en la capital mexicana:
Den clic aquí para escuchar de viva voz lo que Francisco cuenta desde el reclusorio: https://soundcloud.com/user-224834430/francisco-sicario-habla-de-narcofosas-en-cdmx
“Yo te voy a decir lo que a mi me consta: el grupo para el que yo trabajaba tenía fosas ahí por Cuemanco y por Barrio 18. Ahí íbamos a dejar los cuerpos. Pero cuando uno anda en la mañana se entera de dónde hay más fosas: allá por Barrio Alto, en Cuautepec, la GAM, hay varias...
... y también por Milpa Alta, en una zona de nopaleras; y donde sí hay un chingo es por el Ajusco, como a 5 minutos de la 'y', hay varios y de gente hasta de otros estados”.
Ese último lugar que menciona, el Ajusco, alcaldía Tlalpan, es el primer punto en ser sede de algo inédito en la historia de la Ciudad de México:
El 18 de agosto de este año, unas 50 personas, la mayoría madres de desaparecidos, se citaron a las 9 de la mañana para escarbar la tierra del Valle del Tezontle y buscar huesos de víctimas del crimen organizado.
Los capitalinos habíamos visto escenas como ésas a la distancia.

Familias que caminan por zonas peligrosas, queriendo y no, encontrar a sus familiares bajo esa tierra a la que le van encajando varillas para saber si alguien la removió hace poco para cavar una fosa clandestina.
A esas madres coraje las habíamos visto en Nuevo León metiendo las manos en la tierra, separando piedra caliza de dientes humanos.

En Sinaloa, examinando fémures, tratando de identificar si son de humano o de fauna silvestre.
En Guerrero, Jalisco, San Luis Potosí, Baja California, en todos los epicentros de nuestro dolor nacional… pero a las madres de desaparecidos no las habíamos visto aquí, en la capital.

Hasta ese martes.
Consistente con la declaración de Francisco, en el Ajusco, aquel día, cerca de las 2 de la tarde se hizo el primer hallazgo: un cráneo inconfundiblemente humano.
María del Carmen Volante, madre de Pamela Gallardo Volante, desaparecida en 2017 en Tlalpan, intentó examinar mientras sollozaba, tratando de encontrar en esos huesos las facciones de su hija.

(Imagen de @El_Universal_Mx).
Cuatro metros más adelante, me contó Carla Ríos de @marabuntaELIM, hubo otro hallazgo: una mandíbula, a la cual se le siguieron los protocolos de las madres buscadoras: se hizo un círculo para resguardar esos restos, se hizo un rezo y se habló con esos huesos.
“BIENVENIDO DE VUELTA, TE ESTÁBAMOS BUSCANDO”, dijo una mujer que empezó escarbando en Guerrero y ahora lo hace en Ciudad de México, empujada por la violencia y deseosa de que, cuando la pandemia termine, no haya rincón en la CDMX que no quede sin ser examinado.
Francisco, del otro lado del teléfono, en algún reclusorio que no debo mencionar, asiente.

Él cree que estamos en los inicios de descubrir la tragedia oculta en la Ciudad de México: hay más fosas clandestinas de las que se cree, todas en la periferia.
Con tantos muertos que nos hará preguntarnos, un día, con vergüenza, cómo es que durante años los que vivimos en la capital del país no vimos nada.

O cómo es que viendo el horror en nuestros patios y bosques, hicimos como que nada pasaba.
You can follow @oscarbalmen.
Tip: mention @twtextapp on a Twitter thread with the keyword “unroll” to get a link to it.

Latest Threads Unrolled: