1. En general, no es necesario el elogio. Cada quien da los frutos que puede en tanto le son necesarios. Seguramente no pueda no darlos. Y por eso es extraño recibir elogios, si al fin y al cabo no sabemos muy bien lo que hacemos y menos el porqué.
2. Como si el sol pudiera recibir elogios por iluminar a diario o la piedra por caer después de ser lanzada hacia lo alto.

A pesar de ello, algunos elogios pueden ser reconfortantes, como un tipo de pasiones alegres.
3. Siempre que los tomemos no como una suerte de premio a nuestra "libre voluntad", sino como una forma indirecta y un poco torpe en la que un otro agradece al destino por haberse topado con esa luz de sol o con la dureza de tal piedra.
4. Pero el elogio entra de lleno en la zona de las pasiones tristes si se aprovecha para decir "es mejor que X" o "qué suerte, así no tengo que escuchar a Y".
5. En ese caso, se transforma en un vehículo de venganza por el cual quien elogia utiliza al elogiado como una excusa para vengarse de lo que cree es el mal gusto que tuvo anteriormente. Quizás sea en todo caso el signo de que no ha aprendido aún lo que significa un encuentro.
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