Ni Real Madrid, ni Palmeiras, ni Gremio, ni River. El mejor partido que Juan Román Riquelme jugó en su vida fue visto por apenas un puñado de personas.

Hoy, la parte más lejana de la vida del 10.

Bienvenidos a "El Riquelme que no conocimos".
La historia arranca a principios de los 90, en "El Ciclón", un equipo del barrio San Jorge, en Don Torcuato. Al lado de una cancha, en José C. Paz, Jorge Rodríguez vio a un nene jugando a la pelota. Era fino. Pateaba y pateaba. Era Román.
El primer Román fue el de La Carpita, club al que llegó tras un paso breve por Defensores de Bella Vista. Aunque tuvo una corta excursión en Parque, la cantera de cracks de la que salieron Sorín, Cambiasso y Redondo, su leyenda se forjó en Argentinos Juniors.
El mito de Román es el de la categoría de la que participó en el Bicho, un equipazo del que varios de sus exponentes llegaron a Primera División: La 78 de Argentinos. Nicolás Cambiasso, Mariano Herrón y Lobo Ledesma son sólo algunos de sus miembros.
En sus primeros tiempos en Argentinos, Román no jugaba. Decían que era muy flaquito, que le costaba en el choque y que tenía que crecer. En novena, incluso, su familia pensó en llevárselo porque no lo ponían. Finalmente, el 10 se ganó el puesto y no salió más.

📷 @Argpasion
Riquelme era volante central. Cinco. Adelante tenía a uno de los mejores socios futbolísticos de su vida: Emanuel Ruiz, el Sucha. El de Don Torcuato juntaba gente, Ruiz picaba y era medio gol.

Fuera de la cancha, su gran amigo era Sebastián Arbo.
Su primer torneo como gran protagonista fue en Rancagua, Chile, en séptima división. De frente y con panorama, mandó a Ledesma de volante derecho y a Herrón a la defensa. Al histórico mediocampo Ledesma-Riquelme-Arbo se sumó un pibito de la categoría 80: Esteban Cambiasso.
El cuerpo de Román respondió. Un verano creció casi 10 centímetros. Su personalidad seguía intacta.

“Podía pasar 50 minutos en el tren y no te hablaba una palabra. Eso sí, veía una tele donde pasaban fútbol y corría a mirar. Era su pasión”, recuerda Ruiz.
El primero en ganarse la confianza de Román fue el Cachi Arbo. Una tarde, de la nada, le soltó:

“Cuando quieras te invito a mi casa. Pero yo vivo en un barrio humilde, no sé si te va a gustar”.

Arbo, que iba por un día, se terminó quedando en lo de los Riquelme por una semana.
“Dormíamos apretados e íbamos al baño en un pozo, pero para mí era genial. Cuando hacía calor, el techo de chapa era un sauna, pero cuando llovía no queríamos levantarnos para ir a entrenar, por lo lindo que era dormir con el ruidito de la tormenta”, explica su mejor amigo.
En las tardes de ida y vuelta entre el tren y el colectivo 133, los dos pibes tenían un par de vicios. El primero era comer pizza en la estación de Don Torcuato. El segundo era desenfundar los 20 centavos que salía la gaseosa Secco de pomelo en el quiosco de Doña Herminia.
Los sábados, ni bien terminaban de jugar para Argentinos, Román y Sebastián “hacían que se bañaban” y salían en el auto del papá de Arbo para jugar en el barrio con el equipo de Cacho Riquelme. Al 10 le decían 'El Pulpo', por cómo se sacaba a los rivales de encima con los brazos.
Fue por esos días que Riquelme jugó el que, muchos dicen, fue el mejor partido de su vida, en una canchita perdida en el norte de Italia, a sólo 12 km de Eslovenia. Fue la final del Torneo Internacional de Gradisca al que Román había viajado con Argentinos.

¿El Rival? La Roma.
Aquel equipo era un combinado formado por la '79 y tres refuerzos de la '78: Román, Ruiz y Arbo.

“Quedate tranquilo que a estos les ganamos”, le dijo a uno de sus compañeros.

La rompió. Fue 1 a 1 y victoria en los penales. El 10 fue elegido mejor jugador del torneo.
Aquel fue su último gran torneo con Argentinos. En ese viaje, Román conoció Venecia y gastó sus ahorros en dos preciadas compras: una camiseta de Gullit y un par de zapatillas Nike rojas, guardadas para ocasiones especiales. Las usaría en el festejo de su cumpleaños número 18.
El tiempo pasó y Román se hizo leyenda en Boca. También formó una familia junto a la prima de Sebastián Arbo, Anabella, la madre de sus tres hijos. Ocurrió de todo, pero jamás dejó Torcuato. Un tiempo después de aquel partido en Italia, se repitió la escena.

📷 @DiarioOle
Es junio del 2001 y Boca va a jugar ante Palmeiras en las semis de la Libertadores. El clima está bravo. La recepción de los brasileños es de todo menos amable. Acaban de apedrear el micro. Román, tranquilo, va a la puerta del vestuario a buscar a su amigo Arbo, invitado por él.
En ojotas y todavía sin cambiarse, Riquelme le pide a su compadre que lo acompañe al túnel, para espiar la cancha. Ahí, al bordecito del césped, Riquelme vuelve a pronunciar la misma frase que en Italia.

"Quedate tranquilo que a estos les ganamos”.

El final es conocido.
Si querés saber más sobre está fantástica historia sobre Román, no te pierdas la nota completa publicada por @sebavdr 👉🏼 https://enganche.com.ar/el-riquelme-que-no-conocimos/

Hilo realizado por @nahuelzn.
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