CÓMO ESTÁ GANANDO LA TEORÍA QUEER I.
En la guerra la primera regla es dejar sin posibilidad de respuesta a tu enemigo. Dar un golpe que lo anule ipso facto. Clausewitz lo llamaba: Contundencia en la acción. Infligir el mayor daño posible en el menor espacio de tiempo.
En una lucha ideológica eso es imposible. Pensar un modelo alternativo al existente, hacerlo conocido y aceptado lleva años. Y el modelo que quieres eliminar contraataca reformulándose y poniéndose al día. Al feminismo le ha llevado más de 300 años llegar donde está.
De Olimpe de Gouges, y no es la primera, a la fecha, han pasado 200 años, para reconocer que la mujer es igual al hombre, al menos sobre el papel, la práctica dice otra cosa, por lo que cualquier avance está siempre cogido con alfileres y en un tris de irse al garete.
Si la teoría queer está ganando espacio público y respaldo institucional, académico, publicitario, etc., es porque es fácil de aceptar dentro de esa idea de la tolerancia como bien superior en las sociedades democráticas. ¿Quién quiere ser tachado de intolerante?
¿Si Mengano quiere ser Mengana qué tiene de malo? Vive y deja vivir, dicen. ¿A ti, qué daño te hace eso? Y ante este tipo de planteamientos falaces muchos callan, no saben qué decir. Saben que hay un truco en el esquema pero no se atreven a denunciarlo. ¡Intolerante!
Bueno, ahora no te dicen intolerante. Han descubierto el poder mágico de la fobia y eres un tránsfobo a la mínima que discrepes. Y esta es la primera batalla que lo queer está ganando: la de las etiquetas y el marketing. Hay tantas, que conocerlas todas es una hazaña.
Pero volvamos a la intolerancia. Ante lo queer la tolerancia es una laxitud suicida. Tolerancia no significa aceptación de todo y de cualquier cosa. En la historia reciente el movimiento feminista, hasta que ha saltado toda este disparate de lo queer, ha acogido a los LGBTI.
Sin encontrar una reciprocidad, de modo que su “tolerancia” ha sido un refugio para lo LGTBI sin contrapartida. Lo LGTBI ha logrado el apoyo institucional y convertirse en una atracción que nadie discute, y el feminismo y el 8M carga hoy con el sambenito de la pandemia.
La prensa, TV -salvo excepciones-, la publicidad y las RRSS se vuelcan en la defensa de esa “diversidad” cool que lo queer abandera. Lo queer es colorista, “transgresor” y consume como si no hubiese un mañana. El día del Orgullo es un inmenso negocio. Mujeres, ¿podéis competir?
Pero volvamos a Clausewitz y su acción contundente. La acción contundente en el caso español es la futura ley presentada por UP, que pilla al movimiento feminista en un momento bajo. El PFE ha sido expulsado de IU hace cuatro meses y su atomización es patente.
Y lo que en una estrategia de guerra de guerrillas podría ser una ventaja contra un mastodonte que maneja el BOE, la falta de una dirección única lo convierte en un desgaste sin apenas conseguir llamar la atención salvo en este mundillo de Twitter.
Tanto es el desgaste, que el enemigo común ahora puede presumir de dar voz en un medio afín su voz más señalada.
https://www.actuall.com/familia/el-engrudo-ideologico-del-genero-por-lidia-falcon/
Las feministas históricas están en los partidos socios de este anteproyecto de ley sin atreverse a dar un paso adelante. Si están peleando por tirar abajo el anteproyecto o no se les nota o no tienen margen de maniobra entre la lealtad de partido o la coherencia de ideas.
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