Fiel a la tradición de la Corona española, tras el natalicio de la princesa Isabel la reina acudió el 2 de febrero de 1852 la Reina acudió a visitar la Real Capilla de Atocha, en señal de gratitud por el feliz acontecimiento y para presentar a la Virgen a la recién nacida.
En el trayecto, en la Galería del Palacio Real el cura Martín Merino se abalanzó sobre la Reina y le asestó una puñalada que pudo ser mortal, de no desviarse la hoja del cuchillo al chocar con las ballenas del corsé de la soberana.