Hoy, 19 de mayo, se cumplen 60 años de los "sucesos del Palau". Unos hechos nimios que se utilizaron para encumbrar artificialmente a Jordi Pujol como líder catalanista y pergeñar la lucha antifranquista catalana. Veamos qué sucedió en realidad y cómo se elaboró la leyenda. ⬇️
Principios de 1959. Luis de Galinsoga, director de La Vanguardia, acude a misa a la iglesia de San Ildefonso. El sacerdote celebra en latín, pero la homilía la da en catalán. Eso no le sienta bien a Galinsoga, y al acabar se dirige a la sacristía y se lo afea al pater.
Al salir de la sacristía, profiere algo así como "estos catalanes de mierda". Hasta ahí el hecho. Primera leyenda: que Galinsoga interrumpió la misa brazo en alto, al grito de "todos los catalanes son una mierda". Falso. Pero así se relató, y se montó una campaña contra él.
¿Quién organizó esa campaña? El grupo Cristians Catalans, dirigido por Jordi Pujol y Jaume Casajoana. Pujol era entonces un joven médico que no ejercía, porque papá lo mantenía y se dedicaba a sus negocios de banca. Digamos que era un señorito de la burguesía católica catalana.
Total, que Pujol y compañía se dedicaron a hacer pintadas, romper cristales y tocar el claxon (foto), pero tenían muchos contactos. Gracias a sus contactos y a que Galinsoga se defendió muy torpemente, enrocándose, este fue destituido al cabo de unos meses, a principios de 1960.
Pujol se vino arriba. De hecho, según cuenta en sus memorias (que le escribió otro), le fastidió que todo fuese tan rápido, porque le hubiera gustado intensificar la campaña para agitar más a la sociedad barcelonesa.
A todo esto, la Brigada de Información andaba algo perdida buscando, entre las filas comunistas, a aquellos gamberros que habían ideado la campaña contra el director de La Vanguardia. Un poco despistados.
Como Pujol estaba que no cabía en sí de gozo, vio que podía seguir haciendo este tipo de activismo gamberrete sin exponerse demasiado, siempre desde sacristías y rectorías. Y vio el cielo abierto cuando el Gobierno anunció la visita de Franco a Barcelona para el mes de mayo.
En aquellos años, Franco ya llevaba tiempo intentando contentar a Cataluña, su niña mimada. El nombramiento del alcalde Porcioles, un regionalista catalanista, un código civil propio, inversiones a cascoporro, la cesión de la propiedad del Castillo de Montjuich...
Todas aquellas concesiones, englobadas en la llamada Operación Cataluña, acababan con una guinda: la visita de Franco y la celebración del centenario del nacimiento del poeta Joan Maragall, para lo cual se iba a programar un acto en el Palau de la Música, con el Orfeó Català.
¿Y qué hace Pujol? Pues lo que hacen los activistas mediocres: escribir un texto y tirar de un amigo para imprimir octavillas en ciclostil (sí, sí, esa fue su gran aportación a la campaña). La verdad es que el texto tiene su miga: se titula "Os presentamos al general Franco".
Era una especie de retahíla de reclamaciones catalanistas, haciendo hincapié sobre todo en el hecho religioso. Ni lo llamaba fascista, ni dictador, ni totalitario... nada. Lo llamó "corruptor". Pujol sabía muy bien que la mayoría de burgueses catalanes eran afectos al régimen.
No podía atacar a Franco políticamente, porque no iba a ser respaldado. Así que se centró en ambigüedades catalanistas y cristianas. "Corruptor" y "opresor" eran sus mayores insultos en aquel texto (suficientes, por otro lado, para encausarlo, como veremos).
Así que llega Franco a Barcelona, 30 de abril. Y se empiezan a repartir las octavillas. Y ahí acabó el activismo de Pujol. Octavillas. Sin más. No rasquéis más porque no hay. Pero la casualidad hizo que pasaran más cosas, más allá de la voluntad de Pujol.
Tenemos a la policía buscando de nuevo a los activistas. Y el gobernador de Barcelona cabreadísimo. Y otro problema añadido: que los del Orfeó quieren cantar "El cant de la senyera", un poema de Joan Maragall con música de Lluis Millet, en el acto programado en el Palau.
"El cant de la senyera" era el himno que se había adoptado para sustituir al revolucionario "Els Segadors", prohibidísmo. De hecho también había estado prohibido "El cant de la senyera", salvo en el último año, que lo permitían con restricciones.
Es decir, mito número dos: "El cant de la senyera" no estaba prohibido, como dicen los nacionalistas. Se podía cantar en actos públicos con la condición de que no abriera ni cerrara el acto. Total, que lo programan para el comienzo del tercer acto y reciben todos los permisos.
Pero tres días antes, el gobernador de Barcelona, el general Acedo Colunga, cabreado como una mona, dice que no, que no se canta. Ramon Guardans, vicepresidente del Orfeó, va a hablar con él. El gobernador, que sigue en sus trece. Guardans que lo intenta convencer.
Acaba el gobernador diciéndoles que como la canten, la lía parda en Barcelona. Guardans se va. Habla con Félix Millet, el presidente del Orfeó (padre del corrupto Félix Millet del caso Palau). Deciden entonces ir a hablar con el ministro de Gobernación, que estaba en Barcelona.
Guardans le cuenta al ministro. El ministro le dice que él no ve problema alguno en que se cante. Pero por otro lado tenemos al gobernador hecho una furia. Y al acto irán tres ministros más (Franco no asiste, contrariamente a lo que dicen algunos).
Entonces pactan con el ministro que, para evitar las amenazas del gobernador, al empezar el acto se anuncie que se va a cantar "El cant de la senyera", y que las autoridades invitadas están de acuerdo en que así se haga. Ok. El ministro dice que vale.
A todo esto, Ramon Batlle, también de Cristians Catalans, se hace con un montón de entradas de gallinero. Quieren montar algo de follón a cuento de "El cant de la senyera". Imprimen unas octavillas con la letra, para animar al público a que se una al Orfeó entonando el himno.
A Jaume Casajoana se le ocurre llevar también esa noche las octavillas que les habían sobrado con el texto de Pujol. Mientras tanto, Pujol en su casa. Él no asiste esa noche al Palau. Quizás sabe que se está organizando algo. Más adelante dijo que lo había organizado él. Falso.
Si en el Palau estaban Batlle, Casajoana, Espar, y varios miembros más de Cristians Catalans, ¿cómo puede ser que el organizador de la tangana se quedara en casa? Pues simplemente porque no la organizó él. La organizó Batlle, que fue quien compró las entradas.
Las octavillas con el texto de Pujol, aquella noche, posiblemente se lanzaron como sobrantes. Porque lo que querían reivindicar era el himno, de modo que lanzaron también las que llevaban la letra de "El cant de la senyera".
Pero vamos poco a poco.
Día del concierto: el ministro de Gobernación, en cuanto llega, se dirige a Guardans. "Que no se puede cantar". "¿Pero cómo que no?". "No. Como la cantéis, estaré desautorizando al gobernador. Y yo no me quedo sin gobernador estando Franco en Barcelona".
Entonces Guardans le propone lo siguiente: "Mire, hagamos una cosa. Al acabar el segundo acto, váyanse los ministros. Así no les compromete". El ministro cede. Y así lo hacen, salvo Jesús Rubio, que se queda porque cree que marcharse es hacer un feo al Orfeó y al público.
Así que comienza el tercer acto. El público irrumpe en aplausos que prácticamente tapan las voces del Orfeó. Desde el gallinero, los de Cristians Catalans entonan también el himno. El propio ministro Rubio no cesa de repetir: "Esto es impresionante, ¡es increíble!".
Entonces comienzan a lanzar las octavillas desde el gallinero. El gobernador había sembrado la sala de policías de paisano, y comienza la refriega. Detienen a una docena de activistas y se los llevan a Jefatura, en Via Laietana.
Comienzan los interrogatorios y las pesquisas en los domicilios de los detenidos. Y ahí ya va saliendo todo, porque encuentran información sobre la campaña contra Galinsoga. Y empiezan a tirar del hilo.
Interrogan a Casajoana sobre las octavillas con el texto de Pujol. Y Casajoana acaba delatándolo, diciendo que fue él quien se las dio.
Así que se plantan en casa de Pujol (ya han pasado tres días desde el concierto). Muchos se habían escondido en Montserrat. Otro, Benet, que corrigió el texto, se escondió en Queralt, en la rectoría de mosén Ballarín. Detienen a Pujol, y Pujol delata al impresor.
Pujol queda detenido, pero no por lo del Palau, sino por el texto que reconoció haber escrito. Y se le monta un consejo de guerra por injuriar a Franco en aquel texto. El fiscal pide veinte años por rebelión, y finalmente se quedan en siete por los contactos de papá y su abogado.
Benet, desde Queralt, empieza a mover los hilos para que la detención de Pujol trascienda. Se construye el relato de Franco contra Cataluña, simbolizado en el catalanista Pujol. Se empieza a moldear el mito. Y vaya si se moldea.
Hay que tener en cuenta que los dos prohombres del momento que simbolizaban el catalanismo, Vicens Vives y Carles Riba, habían desaparecido. Riba murió en 1959, y Vives estaba enfermo terminal y moriría en junio de 1960. Así que se necesitaba una nueva figura.
¿Os acordáis de los siete años que le caen a Pujol? Pues nada de nada. Al cabo de algo más de un año, Franco decreta un indulto general con motivo del 25 aniversario de la exaltación del Caudillo a la Jefatura del Estado.
Benet insiste que no se acoja a él, que lo necesitan en la cárcel para seguir promoviendo la causa antifranquista (¿os suena de algo?). Marta Ferrusola gimotea. Jordi dice que qué cojones, que la cárcel no está hecha para él. Así que el 22 de noviembre de 1961 sale en libertad.
A partir de entonces se dedica a dar conferencias, charlas, recorrer Cataluña de arriba a abajo, y a envolverse en la bandera para identificarse él mismo con la idea de Cataluña: Pujol es Cataluña y Cataluña es Pujol. Había nacido el mito.
El resto de la historia ya la conocemos. Un mito que aguantó más de cincuenta años, hasta que él mismo se delató públicamente de lo que acusaba en aquel texto a Franco: de ser un "corruptor". Aun así, la fábula de que él fue el gran organizador de los hechos del Palau pervive.
Pero los hechos son los que son. Una cuidadosa mirada a la hemeroteca lo corroboran. Como el artículo que escribió el propio Guardans en La Vanguardia veinte años después del suceso. Por citar un ejemplo.
Esta es la historia tal como pasó. Muchas gracias por llegar hasta aquí.
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