Atención porque esto es realmente grave y puede provocar una crisis institucional. En Tucumán están denunciando la desaparición forzada de un hombre a manos de ocho policías de la comisaría de Monteagudo.
Él es Luis Armando Espinoza y esta es la historia de su desaparición
Ocurrió campo adentro, en un paraje que se llama El Melcho. Queda a 95 kilómetros al sur de la capital, entrando 12 hacia el esté por un camino de tierra, dónde casi no hay casas ni hay señal de internet. Zona de montes bajos.
El viernes 15 de mayo, aparentemente, hubo una carrera de caballos. Así por lo menos dice el parte policial. Cerca de las 16, llegó la policía a dispersar la reunión. A los tiros, dicen.
En la corrida persiguiendo gente, hicieron unos tres kilómetros hacia el este. Por ahí pasaban los hermanos Espinoza. Uno, Juan Antonio, quedó herido. El otro, Luis, sigue desaparecido.
El testimonio de Juan Antonio fue fundamental para entender lo que pasó.
Los dos viven por la zona, son gente de campo que tiene la familia por el lugar y habían ido a ver a una prima a la que siempre le llevan cosas.
Cuando la policía se venía persiguiendo a los de la carrera de caballos, lo agarraron a Juan Antonio.
Cuenta él que lo golpearon (tiene heridas en la cabeza, el pecho y los brazos). En eso, escucha la voz de su hermano Luis que se les acerca a los policías y les grita que dejen de pegarle a su hermano.
Juan Antonio alcanza a verlo cuando la policía se le va encima.
Entonces, recibe un golpe fuerte, escucha un tiro y se desmaya, sabiendo que a su hermano acaban de pegar un balazo.
Cuando vuelve en sí, su hermano ya no estaba. Los lugareños y los familiares se acercaron a asistirlo y él les dijo que alcanzó a ver qué lo agarraban al hermano. A Luis. Allá, dice, y señala.
En el lugar, los lugareños encuentran sangre. Pero Luis no está.
Los lugareños encuentran una huella clara de arrastre que se interna en el monte. La siguen y van encontrando otras manchas que -ellos aseguran- es sangre. Las ramas recién cortadas, los tallos con gotas frescas pardo rojizas le van marcando el camino monte adentro.
La huella sale del monte hacia un camino de tierra y desaparece. Por ahí anduvo una camioneta Kangoo gris, propiedad de uno de los policías. La hermana de Luis llega a ver la camioneta irse a toda velocidad, pero no lacaza a ver si el hombre va adentro. No la dejan pasar.
Los familiares de Luis tenían todavía la esperanza de que él ande herido, confundido y siguen gritando y buscándolo. Hasta que alguien llega con la noticia dos horas después de que su caballo llegó a su casa solo, sin él.
Los familiares van a preguntar si está detenido pero les dicen que no. Tampoco está herido en ningún hospital. Nadie sabe nada de él. Se pasan la noche buscándolo. Al día siguiente, el sábado, lo mismo. Peinan el monte donde crecieron pero no hay rastros.
El domingo, cansados de buscar, hacen un corte de ruta para reclamar que los policías de la comisaría de Monteagudo digan que hicieron con Luis. Interviene la fiscalía I de MONTEROS. Ordenan RASTRILLAJES, mandan un drone. Perros no hay, en Tucumán no tenemos perros de búsqueda.
La fiscal secuestra las armas reglamentarias de los ocho policías y de la camioneta Kangoo. No son sumariados, ni detenidos.
El lunes, amanece en el Mencho y ya hay una multitud en el lugar. La gente de campo no entiende los tiempos de la burocracia, ni mucho menos por qué el sol ya está alto y todavía no volvió la policía a rastrillar.
Llegamos dos medios de comunicación. Reconstruimos el recorrido. Al rato, llega la Policía, Lacustre, bomberos, el intendente de Simoca, el comisionado comunal, un legislador y el Secretario de Seguridad de la Provincia.
Una vecina en su amplio y pobrísimo patio pone sillas, prende el fuego para el mate y alberga a la madre, a toda la familia y a los funcionarios. Aparecen sánguches de mortadela y Manaos para soportar la espera hasta que empiece el rastrillaje.
La policía busca al más conocedor para subirlo al helicóptero y rastrillar la zona. Se lo llevan a la ruta a esperar la nave.
Lacustre sigue con el bote en el techo de la camioneta. Los vecinos le exigen que la bajen y se metan en el agua, porque están seguros de dos cosas: una, que Luis está muerto y la otra, que su cuerpo está en el agua.
Está muerto, dicen, porque no hay posibilidad de que se haya perdido en el monte en el que creció. Y está en el agua porque si no ya lo habrían encontrado. Ellos o los animales carroñeros.
Cerca de ahí, a unos 20 kilómetros, está la cola del dique El Frontal, un espejo inmenso de agua capaz de tragarse cualquier prueba si no se actúa a tiempo.
Hasta acá, la versión de los lugareños sobre lo ocurrido. ¿Que se sabe de la versión oficial? Poco. El secretario de Seguridad solo dijo que los policías niegan haber visto a Luis y aseguran haber hecho sólo dos disparos al aire. Pero se encontraron muchas más vainas.
¿Por qué se sabe tan poco de esto en los medios? Por dos cosas: es caro cubrirlo y el desaparecido es pobre.
Sin embargo, la presencia de los funcionarios en el lugar dan cuenta de que la situación es grave.
La causa está caratulada como "presunta desaparición de persona". Consultado el secretario de Seguridad sobre si podría tratarse de una desaparición forzada, responde "no".
Luis continúa sin aparecer.
[Actualización] El Ministerio de Seguridad dispuso el pase a disponibilidad de los 8 policías involucrados.
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