Lo he dicho más de una vez: debemos cultivar como aspirantes a revolucionarios profesionales el mismo celo científico que llevó a Marx a sumergirse en los Libros Azules o a Lenin en los informes tediosos pero muy relevantes de los zemstvos de la Rusia zarista.
No voy a comentar gran cosa porque sería casi inabarcable por aquí, pero algunos aspectos, creo, son dignos de reseñar. En primer lugar, el estudio confirma cuáles han sido, son y serán los centros de creación de valor y plusvalor en todo el Estado español.
País Vasco-Navarra, Madrid, Cataluña (gran parte del arco mediterráneo y el valle del Ebro inclusive) y ciertos puntos nodales a nivel logístico (ejemplo: puerto de Algeciras, primero en España y sexto en toda la UE). Las demás zonas, condenadas a ser dependientes o a vegetar.
Así de implacables son y serán siempre las leyes de valorización que rigen el modo de producción burgués en cualquier rincón del mundo. Importante: el estudio de la FUHEM deja fuera, en los análisis específicos, a territorios como Murcia, Extremadura, La Rioja o Cantabria.
Otro hecho que corrobora la FUHEM es el peso inclemente de la ley de desarrollo desigual del capitalismo en su fase imperialista, que convive con su otra tendencia contraria, la expansión y profundización de lógicas capitalistas a todo territorio del mundo.
Nada que ver con las simplezas conspiranoicas e idealistas a que aluden los nacionalistas carmesíes. La cuestión es sencilla: todos los territorios del Estado español serán cada vez más capitalistas, pero, si se puede decir así, unos lo serán más que otros. Desarrollo desigual.
El análisis de la FUHEM brinda importantes elementos para estudiar la fisonomía socioeconómica del plurinacional Estado español. Solo un estúpido o alguien cegado por el nacionalismo puede negar la acusadísima personalidad económica de territorios como Cataluña o el País Vasco.
Lo anterior, claro, no tiene nada que ver con las estupideces que sueltan algunos sobre la plena inserción de las economías catalana y vasca en el conjunto de la formación española (y, aunque esto no lo mencionen, también de la UE).
Obvio, ¿quiénes van a ser los socios comerciales preferenciales de, por ejemplo, Cataluña, si no Aragón, el País Valenciano, Madrid o Andalucía? ¿La República de Burundi y el Reino de Esuatini tal vez? Hay que exhibir un poquito menos de filisteísmo si uno se dice marxista.
Por eso es completamente lógico que las formas particulares de desarrollo económico capitalista de, por ejemplo, Euskadi y Andalucía tengan patrones similares: primero, al resto del Estado; segundo, al del conjunto de la UE, y tercero, al de todo el sistema mundial capitalista.
Ídem respecto a patrones demográficos. Pero tienen igualmente rasgos diferenciales que son expresión de un desarrollo específico que hunde sus raíces en el proceso de conformación del Estado burgués español y los principales enclaves de acumulación de capital.
Enclaves que, no por casualidad, se sitúan en el eje vasco-catalán (que, más de un siglo después, sigue siendo el centro económico del Estado, junto con Madrid). Recomiendo este trabajo del Comité por la Reconstitución para entender mejor el problema:
http://www.reconstitucion.net/Documentos/LP_3/Revolucion_burguesa_espanola.html
Por ejemplo, la economía catalana tiene un peso específico singularísimo respecto al conjunto de la economía española (lo cual, insisto para las mentes estrechas, no significa que no comparta patrones con la formación española; comunidad económica particular ≠ autarquía).
Por no mencionar el hecho de que Cataluña, por su base económico-productiva y su ubicación geográfica, cada vez está más conectada con el resto del mundo, en proporción creciente a otros territorios del Estado. Cataluña es la gran plataforma logística de la economía española.
La tabla anterior demuestra el papel preponderante que tiene la economía catalana (y a nivel industrial, sí; al final diré lo que opino sobre la exageración de la "desindustrialización española"): en términos relativos, junto con el País Vasco, es la gran exportadora industrial.
A no ser que uno sea tan obtuso de negar la importancia del hecho de que el 16 % de la población de España concentra el 18,4 de combustibles y aceites minerales, el 58 de plásticos, el 32 de papel, el 42 de químicos, el 19 de automóviles y casi el 60 % de industria cárnica (!).
Ello configura lo que González, Sastre y Ramos caracterizan como "papel de interfaz, funcionando como una transformadora en términos generales, de productos importados en estadíos tempranos de transformación en manufacturas", que tiene Cataluña.
Reitero, patrones diferenciales relativos, pues la economía catalana está plenamente integrada, como no podía ser de otra forma, en el conjunto de la economía mundial y europea, y en particular de la formación económico-social española, de la que es parte fundamental y orgánica.
¡Y qué decir del País Vasco y Navarra! Si en Cataluña es desproporcionado el peso específico industrial respecto al total español en función de su población o extensión, en el caso del País Vasco español es superior aún el elemento diferencial (relativo, claro).
El estudio de Arto no deja lugar a ningún tipo de duda. Aunque los datos hayan podido cambiar algo de 2010 a 2020, País Vasco y Navarra son los territorios del Estado con mayor participación industrial en "valor añadido bruto", industria pesada inclusive.
Por cierto, que los datos que suministra Arto también desmienten la tesis de que el País Vasco se ha "desindustrializado". ¡Qué desindustrialización más peculiar aquella que incrementa el VAB industrial en el sector siderometalúrgico desde mediados de los 90!
Industria de equipos mecánicos, materiales de transporte, naval, ferroviaria, aeronáutica, etc., que suman el 25 % del VAB industrial. Por no hablar de un PIB superior en un 50 %, relevancia mucho menor de los servicios y una densidad demográfica también por encima de la media.
De un modo muy similar a lo que ocurre en Cataluña, el centro de acumulación vasco presenta rasgos marcadamente acusados respecto a la media española en el procesamiento industrial de bienes primarios escasamente tratados, que redunda en una mayor capacidad de valorización.
Y, como sucede con la economía catalana (y como ha ocurrido siempre entre naciones próximas, convivan o no dentro de un mismo Estado; véanse las relaciones polaco-rusas de hace más de un siglo), la economía vasca está plenamente insertada en la española y del resto de Europa.
Con rasgos particulares dentro del eje vasco-catalán, el nodo vasco de la red española y europea es también una gran interfaz dentro del Estado español, lo cual, como dije antes, hace que concentre más poder de valorizar capital que otros territorios.
Tal base socioeconómica y productiva, tal y como refleja el estudio infográfico de El Confidencial de más arriba, permite explicar por qué el País Vasco y Navarra soportan de una forma muy distinta a muchas regiones españolas el shock que provoca y provocará la actual crisis.
Que nadie infravalore la relevancia que tiene para la formación catalana, por ejemplo, la industria transformadora de productos primarios, la cárnica en Lleida o la petroquímica en Tarragona. Hechos que no casan con el mito desindustrializador, que tiene solo parte de verdad.
Si la industria agroalimentaria fuera poco importante, los Países Bajos no serían la potencia económica que hoy son: el sector aporta allí el 8 % del VAB, el 8,6 % del empleo total; mayor industria del país, segundo mayor exportador del mundo y 5 % de las inversiones en I+D+i.
Termino. A no ser que se me presente otra realidad, lo siento, pero yo no me trago el mito de la desindustrialización española, que solo es real en términos relativos y para todos los puntos alejados de los principales centros de acumulación de capital en el Estado español.
En primer lugar, pocos, muy pocos países de los centros imperialistas no han registrado en las últimas décadas un descenso relativo de su producción industrial respecto al crecimiento del sector servicios. Alemania puede ser la gran excepción, y está por ver cuánto se prolonga.
Es una ley del desarrollo capitalista, igual que los patrones de desarrollo demográfico del capitalismo (transiciones demográficas, revolución reproductiva). Otra cosa es que tal reducción sea más acusada en unas zonas que en otras. ¡División internacional del trabajo, lo llaman!
Pero de ahí a presentar el conjunto de la formación socioeconómica española como un puro páramo industrial hay un trecho. Las economías catalana y vasca, junto con otros centros bien localizados, no son páramos industriales en absoluto, y el estudio de la FUHEM lo demuestra.
Es un mito alimentado por el oportunismo, ciego ante la metamorfosis de las economías capitalistas más desarrolladas (y la española lo es, aunque sea una periferia del centro), necesitado de base tradicional sobre la que erigir el proyecto de la aristocracia obrera en decadencia.
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