Estoy aprovechando la cuarentena para limpiar la casa y me están pasando cosas surrealistas. Todo empieza con este anillo que he encontrado perdido en el fondo del armario.
No podemos salir y estoy aprovechando para limpiar todos los rincones de la casa. Hoy han tocado los armarios: recoger ropa, tirar calcetines desparejados... En fin, la trepidante vida de la cuarentena.
Limpiando en profundidad el armario, se ha movido una tablita del fondo y me he encontrado el anillo debajo, lleno de polvo. No sé cuánto tiempo lleva esa tabla suelta. No me había fijado antes.
Lo limpié con agua y jabón porque tenía mucho polvo y le pregunté a mi chica. No es suyo, pero eso sí, le queda como anillo al dedo, nunca mejor dicho. No se lo quita desde que lo encontré.
Estuve pensando y no se me ocurría de dónde puede venir o de quién puede ser. Un poco raro ¿no?
Se me ocurrió que podía ser de mi madre. Viene algunos findes de semana a Madrid y se suele quedar en mi casa. Pero si es suyo... ¿por qué no lo había echado de menos antes?
Cosas peores se han visto. Lo mismo se le cayó al meter algo en el armario y después movimos la tabla arrastrando algo o... yo que sé. Me monto una película para creerme que puede ser suyo.
Pues le he preguntado a mi madre.
No es de mi madre y no sé de quien puede ser. Paula, mi chica, dice lo más lógico: "no es de nadie, pues ahora es mío". A ella le gusta, a mí me parece un poco barroco.
Asunto zanjado, ¿no? Pues no. A mí no se me va de la cabeza. No me explico ni qué hacía ese anillo ahí escondido, ni de quién puede ser. Pienso averiguarlo. No tengo otra cosa que hacer.
No me he rendido. He llamado a mi casera. El anillo no es suyo. Es más, ella pensaba que le estaba tomando el pelo. "Chico, qué me cuentas. Te quedas el anillo y ya está".
Estaba más preocupada por el armario que por otra cosa. Le he tenido que insistir (e inventarme que no quiero quedarme algo que no es mío y bla, bla) para que me diese el teléfono de los inquilinos anteriores.
Sí, hasta ahí he llegado. Me he puesto a llamar a los que vivieron aquí antes. La movida del anillo empieza a ser entretenida. Aunque no engaño a nadie, me tiene un poco rayado.
Pues bien, resulta que este piso solo ha estado alquilado a otros dos inquilinos. Los dos eran chicos. Primero he llamado al que estuvo justo antes de mí. Para ocultar su identidad, le llamaré Manuel.
Me dice que él no usa anillos y, sobre todo, insiste en que en el armario no había ninguna tabla suelta. A Manuel el anillo le da completamente igual. Manuel no quiere pagar ningún arreglo de ningún armario.
Después de aclararle que el armario está bien y que no hay que pagar ningún arreglo ni nada, insisto. Me dice que no recuerda haber perdido ningún anillo. Aun así le he mandado una foto.
Manuel es muy majo, lo aprecio, pero no me da respuestas. No me vale. Así que carpetazo y al siguiente inquilino.
De este, lo único que me dice la casera es que es un tipo muy raro (al que llamaremos Arturo). Por lo visto, era de pocas palabras y vivió solo unos meses en el año 2012. Se fue sin dar motivos y sin recoger fianza. Me insiste en que era muy raro.
Pues... ¡sorpresa! No me coge el teléfono. De momento, me he quedado sin hilo del que seguir tirando. Le he dejado un wasap. Si averiguo más os voy contado...
A todo esto, Pau sigue encantada con su anillo nuevo.
Esto ya es muy raro, en serio. He conseguido hablar con el primer inquilino que hubo en el piso y la cosa ha pasado de curiosa a creepy. MUY creepy.
Aunque hoy por hoy, mi deporte favorito es seguirle el rastro al anillo, no he sido yo quién ha llamado. Arturo me ha llamado a mí... a las 6:45 de la mañana. Las putas 6:45 de la mañana. Que me cago en mi vida.
Pero vamos que ni me he cabreado ni nada. No he podido. Me he asustado. Que mal rollo, joder. Si llego a saber lo que me iba a decir, os juro que grabo la llamada.
6:45AM. Las luces apagadas y yo con mi manía de silenciar notificaciones de wasap y demás, pero no poner el móvil en silencio. Suena el teléfono. Susto de muerte. Llamada entrante de un número fijo.
Paula se despierta y le digo que siga durmiendo. Salgo corriendo del cuarto con el teléfono sonando en la mano. Patadón a una pata de la cama. Mi dedo chico se troncha como un acordeón. No volverá a ser el mismo.
Salgo del cuarto y descuelgo el teléfono. ¿Y qué hace Arturo? No me dice quién es, no me da los buenos días, no dice ni un triste hola. Que va, Arturo me pregunta "donde está".
Yo, acojonadísimo, digo lo que hubiese dicho cualquiera: "¿quién es?".
Ahora lo pienso, y me hubiese gustado decirle algo más agresivo como "quién coño eres", "estas no son horas" o "como me vuelvas a despertar a estas horas te corto las piernas y te pego con ellas", pero estaba asustado y me salió eso.
Pues bien, Arturo a lo suyo. Me dice: "¿dónde está el anillo?".
WHAT?! Me da un infartito. Me despierto del todo. Hasta me emociono un poquito. Son las horas que son y un imbécil me ha despertado para esta tontería, sí... pero, joder, acción en la cuarentena. Mola un poco.
Enseguida le pregunto que si es él, Arturo. Me dice que sí y, rápidamente, insiste: "¿Dónde está el anillo?". Le digo que lo tiene Paula en la mano. Y se queda callado.
No cuelga. Le escucho cómo respira al otro lado. Un respirar que no es normal. Un respirar que tú dices, este tío es un sociópata (o asmático, aunque no creo). "¿Es tuyo el anillo, Arturo? ¿Estás ahí? ¿Hola?".
Por fin me contesta. Y vaya tela la que me suelta. En pocas palabras, que mi casa tiene malas vibraciones. "Mal agüero, la mano del verdugo, la marca negra, las paredes que susurran, los ojos en la nuca...". Y mil cosas más sin sentido.
Arturo está como una puta cabra. Pero, son las 6:45 de la mañana y él tenía voz de perturbado. Me pilla con la guardia baja y entro un poco en todo esto. Bueno, entro de lleno. Vamos, que me cago de miedo.
Le intento preguntar por el anillo, si es suyo, si sabe de quién puede ser... Y nada, vuelve la burra al trigo: "Mal agüero...". Señor, por favor, hable claro. En fin, doy por hecho que el anillo no es suyo.
No consigo sacarle mucho más. Arturo solo dice cosas breves, concisas y muy raras. Me dice: "tuve que huir. Tú deberías hacer lo mismo". Que, sinceramente, me parece una puta broma. Estamos en cuarentena y este tío quiere que salga de casa.
En fin, creo que tenemos premio a loco del año. Me cuelga, pues eso, como lo hace un loco. Cuelga y punto. Ni adiós ni mierdas. Ahí te quedas con tu buena paranoia para el resto del día.
Pues, así no se va a quedar la cosa. Yo averiguo qué está pasando sí o sí. Pero, antes, un café, que es muy temprano, leches.
Ayer estuve haciendo averiguaciones. No he twitteado antes porque me ha llevado tiempo. Lo primero que he intentando rastrear ha sido a Arturo. Y de nuevo, cosas inquietantes.
He pasado mucho tiempo intentando averiguar cómo rastrear un teléfono. Arturo tiene móvil, de hecho, recordaréis que le había dejado un wasap, pero él me llamó desde un fijo. Me pareció una cosa rara en 2020.
Probablemente, Arturo es más analógico que digital y ya está, pero, de todas formas, quiero llegar al final. Con el teléfono fijo podría averiguar dónde vive Arturo.
No sé muy bien para qué quiero saberlo, pero quiero saberlo.
Como era de esperar, no consigo encontrar el origen. No es que Arturo sea un maestro ocultando su rastro, es que yo no soy un espía. Rastrear una llamada no es cosa menor. Dicho de otra manera: es cosa mayor.
Solo he conseguido averiguar con webs de rastreos que me llamó desde Madrid. Era de esperar, aunque con Arturo nunca se sabe. Me creería también que se ha retirado a la montaña y como un amish.
Estaba estancado. No conseguía encontrar más información asó que he tirado de mis fuentes. Vamos, que he llamado al amigo informático como habría hecho cualquiera.
El informático, del que no daré nombre porque es medio hacker, se puso a ello. Y esta mañana me ha contactado. Y tiene noticias sorprendentes.
La llamada no se ha realizado desde un teléfono fijo cualquiera. La llamada se ha realizado desde una cabina telefónica. En 2020. ¿Qué está pasando? ¿Por qué no me llamó desde su móvil y punto? ¿Qué ocultas, Arturo? ¿O de quién te ocultas?
El informático ha conseguido encontrar la localización exacta de la cabina (qué máquina; le debo una paella). Y bueno, la cabina desde la que llamó está al lado de mi casa. A 130 metros exactamente.
Esta es la cabina en cuestión.
Yo ya no sé si es mi paranoia, pero yo creo que este señor me está vigilando. Creo que se ha saltado la cuarentena para tenerme controlado y está por aquí por mi barrio.
O igual se me ha ido la cabeza ya del todo con este asunto, no sé. Socorro.
He decidido que mejor, por ahora, voy a olvidarme un poco de Arturo. Pero voy a volver al anillo. Se me ocurre que debería buscar más allá de mi casera. ¿Quién le vendió este piso? Y sobre todo... ¿por qué?
A todo esto, las 12:47 y Paula sigue acostada. Una pasada. Está durmiendo por encima de sus posibilidades. Anoche los vecinos debieron montaron escándalo o algo, porque me pareció escuchar algunos pasos y a alguien hablar.
Yo no escuché mucho porque, quien me conoce bien lo sabe, duermo que da gusto. Ya puede estar el desfile de las fuerzas armadas en el cuarto, que me doy la vuelta y sigo roncando. Pero Pau tiene el sueño ligero. Lo mismo por eso, sigue dormida.
Justo se acaba de levantar. Tiene mala cara... Lo dicho, debe haber dormido fatal.
You can follow @abeliense.
Tip: mention @twtextapp on a Twitter thread with the keyword “unroll” to get a link to it.

Latest Threads Unrolled: