Poco se está hablando de las diferentes formas de pasar la cuarentena según el tipo de hogar. Si eres soltero o soltera, lee este hilo: el destino de vez en cuando da regalitos, y en este caso os ha tocado a vosotros.

Hogar con tres hijos en edad difícil: 4, 8 y 11. DANGER.
⬇️
Si eres soltero, tu cuarentena consiste básicamente en ir de la cama al sofá y del sofá a la cama, y de vez en cuando abrir la nevera para comerte un trozo de mortadela o un yogur. Los que teletrabajáis, lo hacéis en pijama o calzoncillos. No hay dignidad, pero nadie lo sabe.
Si vivís en pareja pero sin hijos, más de lo mismo. Podemos añadir alguna que otra pelea, algún escarceo, roces cariñosos, etc. Pero la dejadez y el tedio os invade. Ya no os maquilláis, ni os afeitáis. Algunos ni os ducháis. Libertad total.
El tema comienza a complicarse con un niño. No varía mucho, pero ya está sujeto a una serie de horarios, porque a veces tienen hambre. La pereza os invade, pero debéis vencerla si no queréis que os visiten los servicios sociales.
Los menús, lejos de atacar la nevera, deben ser mínimamente cocinados. Os alimentáis de los nutrientes básicos, pero por lo menos coméis a unas horas decentes. Vale, la siesta es complicada, pero podéis dejar que el niño juegue con vuestro zapato mientras miráis el móvil.
El peligro letal llega cuando vamos sumando niños. Es el caso que más conozco porque es el mío. Jamás, repito, JAMÁS, había vivido tal nivel de sobreactividad encerrado en una casa durante tanto tiempo. Es peor que una mili sin permisos.
El ritmo es frenético. El día se alarga hasta el infinito. No puedes parar de pensar: si lo haces pereces. A las ocho de la mañana ya oyes ruiditos: los cachorros se desperezan. Primeras peleas. Algún lloro. Todo eso lo oyes desde la cama, con un ojo abierto. Al fin te levantas.
"Quiero desayunar", "quiero huevos fritos", "quiero mi colacao", "quiero un bocadillo", "tengo sed". Sin ducharte. Sin café. A pelo. "Vestíos". "Danos ropa". "Cogedla vosotros". "No hay". En ese momento te acuerdas de los cien kilos de ropa que tienes para doblar y ordenar.
Rebuscas entre el montón. Sacas cualquier cosa. "Yo no quiero esta camiseta", "yo quiero un vestido", "yo me quedo en pijama". Haces desayunos. Invaden la cocina abriendo armarios. Los echas. Les sirves. Se dejan la mitad.
Mientras por fin te puedes tomar un café y programar un poco tu jornada de teletrabajo, oyes gritos, saltos, lloros. Ya todo te da igual. A lo mejor vienen llorando y se piensan que no les haces caso. Es verdad: no les haces caso.
Ahora llega la parte más tensa, peligrosa y delicada de la jornada: las actividades que envían cada día desde el colegio mediante vídeos que graban los profesores. Les llaman "retos". Yo los llamo "siniestros desafíos para poner al límite la unidad familiar".
Os comento algunos ejemplos. Reto del mayor: te imprimes un mapa mudo de Europa en din A3, porque ya se sabe que en todas las casas tenemos impresoras din A3, dónde vas a parar, y señalas montañas, ríos, lagos, cordilleras, capitales, países, golfos, cabos, valles, ES DECIR:
Todo lo que exista en el planeta que mida más de 1000 metros de altura o longitud. Que cuando ves que el chaval empieza señalando el Everest en Moscú, y el Ebro naciendo de la zona de París ya sabes que la cosa irá para largo. Pero lo dejas hacer; que pinte, que pinte...
La mediana. Esta vez es fácil: tres acertijos. Tres acertijos que no salen ni en google. En serio, ¿de dónde coño sacan este material los profesores? ¿Tienen una especie de acceso secreto a alguna deep web que desconocemos el resto de la humanidad? Todavía no los hemos resuelto.
Cuando creo que ya ha pasado lo peor, que lo tengo todo controlado, que solo queda la pequeña, con algún dibujito que le harán hacer, pulso play en el vídeo de su tutora. Aparece ella. Justo detrás, en la pared, tiene colgado algo. Un escalofrío recorre mi cuerpo.
Es una especie de póster con todos los días del mes. Tiene muchas cosas pegadas. "¡Hola, niños y niñas! ¡Mirad que supercalendario vamos a hacer!". El terror me invade. Esto no es real. No puede ser. Pero es.
"Necesitaréis cositas básicas que tengáis por casa: cartulina A2, papeles de colores, revistas para recortar, pegamento, lana, telas, plástico de burbujas, cartones finos de los gruesos no, rotuladores de un millón de colores, pegatinas, un taladro black&decker, un cincel...".
Mi hija emocionada, "¡Sí!, ¡sí! ¡Un supercalendario! ¡Venga, papi, venga!". Mi vida se torna oscura, tenebrosa, se dirige hacia el abismo. "Que los papis podemos ayudar", dice en el vídeo la profesora. Ayudar. AYUDAR A QUÉ, SI ES UN TRABAJO DE INGENIERÍA.
Total, que hago lo que puedo. Mientras recorto y pego cosas, la pequeña arruga otras, el mayor me pregunta que dónde está la India ("es Europa, hijo, qué estás haciendo"), la mediana se cabrea porque no le hago caso con los acertijos ("que no lo sé, hija, papá no sabe nada").
Y así pasa la mañana. He teletrabajado un mojón. Llega la hora de la comida. A pensar. Toca hacer malabarismos con lo que hay en la nevera. Que les guste a todos y no haya conflictos. No vale repetir cada día arroz a la cubana. Diez días seguidos vale, pero no más.
Después de comer toca hacer la siesta que nunca jamás puedes hacer, pero la ilusión no te la quita nadie. Siempre lo intentas, aunque sabes que es en vano.
Por la tarde toca ver alguna peli. Peleas aseguradas, tengo un rango amplio de edades y el acuerdo es imposible. Hay que mediar. Lloros. Enfados. Me da igual. Les pongo algún western, algo que entiendan bien. Error: a los cinco minutos se están persiguiendo por toda la casa.
Intento teletrabajar. Apenas consigo hacer algo mientras su madre se ocupa de ellos, pero el drama está servido. A las seis de la tarde comienza la hora chanante, la de máxima exaltación. Es cuando empiezan a destrozar la casa. Ayer partieron una silla en dos.
(Ahora mismo, mientras escribo este hilo, el mayor le ha arrancado el pendiente a su hermana. Llora, no lo encuentra, le duele la oreja. La vida es maravillosa. La pequeña quiere merendar y me persigue con la tablet mientras suena un villancico. La estampa es daliniana.)
Llega la hora de cenar. De nuevo, imaginación al poder. Tiro de bocadillos. Lo que sea. Mientras tanto, se duchan e inundan el lavabo. No hay dolor.
Tras la cena, toque de queda. Todo el mundo a la cama. Es un decir. Se van donde quieren. Corren, saltan de cama en cama. Se caen, lloran. Las diez. Las once. Las doce. LA UNA.
Por fin duermen. Silencio. Ese silencio del que los solteros disfrutan durante todo el día, y que cuando tienes hijos se ve reducido a la franja 2-3 de la madrugada. Leo, miro tuiter, veo la tele: máquinas que te hacen vibrar los pies, poquer, la ruleta..., la oferta es variada.
Me acuesto rendido. Hago como que duermo. En cinco horas se volverán a oír ruiditos.
No sé qué día es, pero tampoco importa: el ganado no conoce los festivos. Me he saltado el tema del desorden generalizado, pero eso da para otro hilo, las alegrías se tienen que dosificar.
Así que ya sabéis: solteros, disfrutad de la cuarentena. Solidarizaos con nosotros, aplaudidnos o algo. Si puede ser, a las dos de la madrugada, que es nuestro momento.
Cuidémonos unos a otros.

@TwitterEspana
#FeriaDelHilo
You can follow @EugeniodOrs_.
Tip: mention @twtextapp on a Twitter thread with the keyword “unroll” to get a link to it.

Latest Threads Unrolled: