El artículo 510 del código penal español tipifica como delito a los que nieguen, trivialicen gravemente o enaltezcan los delitos de genocidio. Yo, en este hilo, no pretendo negar la Shoah, únicamente deseo relatar algunos datos de la intervención de Rodolfo Hoess en el juicio de
Nuremberg y de su entrevista con el psiquiatra de la prisión, León Goldensohn en 1946, que entran en contradicción con la historiografía oficial al respecto y que considero, que los expertos en el tema deberían aclarar en el futuro, para evitar que los juicios de Nuremberg se
puedan interpretar como una farsa. Rudolf Hoess fue el comandante al mando del campo de Auschwitz, desde mayo de 1940 hasta diciembre de 1943, y fue llevado a Nuremberg como testigo “estrella” de la acusación en los citados juicios. El 15 de abril de 1946, Hoess confesó ante los
jueces que, durante su mandato, al menos 2.500.000 personas habían sido ejecutadas por el gas y que otras 500.000 habían sucumbido de hambre y enfermedades, lo que hacían un total de 3.000.000 de muertos solamente durante ese período. No obstante, en la actualidad, los
historiadores discrepan de estas cifras y aseguran que en Auschwitz fallecieron alrededor de 1.100.000 personas (algunos historiadores aumentan la cifra a 1.500.000 víctimas), por lo que no parece comprensible que Hoess se autoinculpara de más de un millón de crímenes que
presuntamente no había cometido. Hasta 1992, existía una placa conmemorativa en el campo polaco, donde se podía leer que la cifra de fallecidos en Auschwitz ascendía a cuatro millones de personas, posteriormente se sustituyó por otra que rebajaba la cifra a 1.500.000 víctimas y
en el museo del campo existe otra placa que reduce la cifra de asesinados a 1.100.000. Sin embargo, la cifra conocida de los seis millones de víctimas de la Shoah se mantiene intacta. La respuesta a esta contradicción nos la ofrece Aarón Breibart, investigador del
Centro Simón Wiesenthal, que afirma que la cifra de los cuatro millones de asesinados en Auschwitz fue una creación de oficiales comunistas en Polonia, quienes pretendían enturbiar la imagen del padecimiento judío en Auschwitz. Con la caída del comunismo, los miembros del
museo de Auschwitz bajaron el número de muertos al mismo nivel que los estimados por los historiadores, por tanto, la cifra de seis millones de pérdidas judías durante la Shoah, corresponde a la cifra más baja estimada en Auschwitz. Breibart asevera que la
Comisión de Investigación Angloamericana en su encuentro de abril de 1946, determinó el total de las pérdidas judías en 5.721.500, lo cual nos plantea una nueva contradicción, porque si en abril de 1946, ya se realizó una cuantificación de las víctimas de la Shoah con la
cifra más baja estimada en Auschwitz, ya se conocía en aquella época que Rudolf Hoess no estaba diciendo la verdad en el juicio, puesto que su declaración en Nuremberg coincide con esa misma fecha. Hoess atestigua que, en el verano de 1941, le llamaron a Berlín para una
reunión con Himmler, donde recibió la orden de convertir a Auschwitz en un campo de exterminio, porque aunque ya existían otros campos de exterminio en el este, éstos no disponían de la capacidad y los medios suficientes para realizar una acción de genocidio a gran escala.
Sin embargo, los historiadores consideran que la Shoah se acordó en enero de 1942, durante la conferencia de Wannsee, es decir, varios meses después a la fecha señalada por Hoess. El oficial alemán también especifica en su declaración, que se incorporaron cinco hornos dobles en
Auschwitz, donde en tan sólo 24 horas se podía incinerar a entre 1.800 y 2.000 personas en total. Esto supone una media de unas 16 personas a la hora por cada horno doble, pero si tenemos en cuenta que, en la actualidad, en incinerar a una persona normal se tarda aproximadamente
una hora, esta afirmación parece inadmisible. En 1983, Ruppert Butler publicó su libro “Las Legiones de la Muerte”, donde se recogen las torturas inflingidas a Rudolf Hoess para arrancarle la confesión de los dos millones y medio de
judíos exterminados por él, antes de 1943, en Auschwitz. En la citada obra se aporta el testimonio de Bernard Clarke, que fue quien arrestó a Rudolf Hoess. Butler narra que fueron necesarios tres días de torturas para sacarle una
declaración coherente. Si este testimonio es cierto, no parece que Clarke tuviera éxito, porque como hemos podido comprobar, las declaraciones de Hoess no coinciden con la historiografía actual.
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